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La zona de confort y la armonía tienen en común que ambas se asocian con la palabra PAZ. Muchas veces, buscamos mantenernos en nuestra zona de confort por mantener nuestro estado de paz mental y emocional, que vienen a constituir nuestro estado de armonía. Sin embargo, la zona de confort está llena de contradicciones porque muchas veces mantenernos en ella supone romper con ese estado de paz.

La zona de confort tiene que ver con los miedos, con no querer salir e ir más allá de la zona donde sentimos cierta seguridad. Esa zona donde, de algún modo, creemos que las cosas están bajo control.

Tratamos de mantener nuestro estado de paz buscando no arriesgarnos, no ir más allá de esos límites creados desde nuestros miedos. Sin embargo, la vida, esa gran maestra, nos empuja una y otra vez. Porque la vida es movimiento, cambio, y el cambio te impulsa, te mueve, te lleva. Y eso muchas veces implica salir de tu zona de confort.

Estos cambios van haciendo que la zona de confort se vaya convirtiendo en un espacio donde, para quedarte, tienes que aferrarte y eso conlleva resistencia, lucha, esfuerzo, incluso angustia. Así que, paradójicamente, muchas veces mantenernos en nuestra zona de confort  implica salir de nuestro estado de paz mental y emocional porque, desde esa voluntad de control, nos resistimos al cambio.

Por otro lado, la armonía no tiene que ver con el control ni los miedos. La armonía tiene que ver con fluir, con aceptar, con no resistirse a lo que nos plantea la vida.

Es común creer que la armonía es un estado al que llegamos y en el que nos podemos quedar, como si fuese la cima de una montaña que alcanzamos. Pero la armonía es un estado de equilibrio dinámico. Puedes alimentar ese estado de manera continua, como si fuera una pequeña hoguera encendida en tu interior. Si lo haces, se va consolidando en ti y, siempre desde ese fluir cíclico de la vida, sentirás un mayor estado de paz mental y emocional y una mayor facilidad para regresar a ese estado cuando salgas. De ese modo, se irá consolidando en ti. Pero no aspires a que se convierta en un estado fosilizado, del que no te muevas.

Entonces podrás salir de tu zona de confort, crecer más allá de los miedos, ver qué hay detrás de ellos, por decisión propia o porque la vida te lleve a ello, a la par que alimentas ese estado de armonía.  Como si tu estado de armonía fuese un talismán que sostienes mientras sacas un pie de tu zona de confort y te atreves a confiar.

 

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