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A veces de situaciones sencillas y cotidianas, obtengo lecciones. Te cuento una reciente.

El otro día fui por la tarde a comprar verduras para la cena. Tenía previsto hacer un hervido con judías verdes, cebolla, zanahoria y patata. En la tienda, no había patatas. Me sorprendió y por un momento pensé que sin patata no iba a ser lo mismo.

Miré el estante y me dije: “Está bien, ¿qué hay?” Había batata. No es patata, es más dulce, distinta. Luego vi que también había yuca. Hmmmm. Finalmente decidí llevarme ambas. ¿Por qué no? Así que esta vez el hervido llevaba judías verdes, cebolla, zanahoria, batata y yuca.

Fue diferente. Estuvo delicioso. Y me di cuenta de cómo, a veces, que las cosas no salgan según lo previsto es lo mejor que puede pasar.

Los imprevistos, que muchas veces generan frustración, malestar e incomodidad, son eso que hace que no vayamos por el camino que teníamos previsto, ese por el que sabemos lo que va a ocurrir. Son los que nos obligan a cambiar el trayecto y, por tanto, a experimentar cosas nuevas sin que lo hayamos planeado.

No había lo que yo quería que hubiera, me encontré otra cosa… ¿qué hago con esto?, me pregunto.

¿Qué hago con esto?

El imprevisto puede ser una puerta a lo nuevo. Y acabarte llevando a nuevas situaciones, a veces a nuevas soluciones. Es una propuesta que me saca de lo de siempre para llevarme a lo nuevo. Al aprendizaje tal vez.

Siendo consciente de esto, quizá podemos ahorrarnos esa sensación de frustración y disfrutar del viaje a lo nuevo que nos trae ese imprevisto, ese obstáculo. Abrir los ojos con curiosidad.

Y si, esto suena muy sencillo y el hervido con batata y yuca estuvo rico. Es cierto.

Lo que a veces se hace cuesta arriba es llevarlo a la práctica, convertirlo en una actitud, en una reacción habitual en ti. Decirte cuando haya algún imprevisto, ¡qué bien, a ver qué me trae la vida esta vez!, ¡a ver qué se me ocurre hacer con esto nuevo!, ¡a ver qué puedo aprender! Dejar de gruñirle a la vida.

Esto es una reflexión que me hago a mí misma porque reconozco a la gruñona que llevo dentro. Esa que le gruñe a la vida y a los imprevistos como una reacción automática.

Transformar la actitud no es cuestión de un momento. Es un cambio de patrones mentales. Requiere hábitos nuevos, hábitos mentales y emocionales, cambiar el diálogo interno. Qué nos decimos sobre lo que sucede.

La gruñona que hay dentro de mí no ha desaparecido, pero cada vez soy más capaz de relativizarla, de observarla. Incluso reírme por dentro y decir: “Hola, gruñona, aquí estás”. Sacar la mirada curiosa que llevo dentro y mirar la vida con los ojos del juego.

En este cambio ha sido fundamental mi práctica cotidiana de yoga y meditación, mi Sadhana. Mis hábitos saludables que me ayudan a ir transformando las reacciones automáticas para que, progresivamente, cuando pase un imprevisto, hable más alto la curiosa que la gruñona.  

Ahora doy clases de yoga y meditación online y presenciales y cuento con un programa en el que acompaño a personas como tú a construir su propia práctica de autocuidado cotidiana física, mental y emocional.

Si tú también quieres ir transformando esas reacciones automáticas, tienes la opción de probar clases de yoga y meditación individuales o grupales. Siempre ofrecemos una clase grupal online gratuita. Tal vez sientes que quieres profundizar de una manera más intensa y te inclinas por unirte a mi programa.

Se llama El Círculo de la Armonía y en él, a través de prácticas de yoga, de meditación y propuestas de carácter creativo, propongo generar un cambio de actitudes y patrones mentales. O sea, comenzar un camino de autotransformación a través de una práctica de yoga y meditación que te ayude a profundizar en tu escucha interna, a saber qué te estás diciendo y, en algunos casos, transformarlo.

Si quieres acceder a tu clase gratuita o te interesa el programa, te animo a que te pongas en contacto conmigo.

1 Comentario

  1. Judith

    Hola me interesa algunas sesiones de yoga.
    Pero sobretodo la meditación….
    Te envío mi correo.

    Responder

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